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09 de Marzo, 2021

Setenta balcones y ninguna flor.

Setenta balcones hay en esta casa
¡Setenta balcones y ninguna flor!
¿A sus habitantes, Señor, que les pasa
¿odian el perfume, odian el color? La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!

Más de cien años pasaron desde que Baldomero Fernández Moreno, el poeta de la calle, escribiera este soneto, uno mas de los tantos, que describían los espacios de la ciudad de Buenos Aires.
Hay balcones que han hecho historia, empezando por el emblemático de la Casa Rosada, seguido por el del Cabildo Porteño.
Los balcones son protagonistas en la arquitectura porteña, probablemente por nuestro clima que permite gozar del exterior varios meses al año.
Según lo indica la experta en arquitectura Inés García Clariana, “el hogar ha dejado de ser un lugar de descanso, pasando a ser el lugar donde sucede absolutamente todo, el lugar de productividad, el lugar para el ocio y el lugar desde donde fomentamos nuestras relaciones sociales”; y los balcones, estos “cuerpos salientes”, nos traen un poco “el afuera”, o visto de otra manera, expanden el interior de nuestros espacios.
Y han dejado de ser balcones desnudos y tristes como los describía el poeta, para convertirse en espacios que dan lugar a la creatividad: barandas de aluminio, vidrio, y una diversidad de materiales que enmarcan balcones con mucho verde, o espacios zen con iluminación adecuada. Otros prefieren una cómoda hamaca paraguaya; y los más sobrios, un buen juego de mesa y sillas, sobre un cálido deck de madera. Sin dejar de mencionar las parrillas, que se convirtieron en un atributo más, de los balcones, en los nuevos edificios.
Los balcones dejaron de ser el lugar donde hace más de dos décadas se dejaban las cosas que no se usaban. Hoy los balcones se muestran, y se viven; y en esta nueva normalidad generada por la pandemia, aquellos que vivian en departamentos con balcón, pudieron atenuar los efectos del encierro, y hasta participar de algún evento musical, que se compartía, de balcón a balcón.
Y además… distinta hubiera sido la historia de Romeo y Julieta, si no hubiera existido un balcón.